Spirato

Mi muy querida, pero ahora difusa musa, tú que siempre tienes un lacónico discurso lleno de certezas, aunque tus decisiones no siempre sean las más certeras en su modo de operar, ni emanan de una certidumbre emocional, simplemente te quería escribir algo. Tiene mucho, mucho tiempo que no escribo más que muchos whats con fotitos en movimiento y dibujitos cursilones (stickers le llaman) y uno que otro correo de trabajo frío y sin alma. Y es que temo que la sequía emocional me atrofie de manera permanente la glándula escribidora. De hecho, sí que está bastante oxidada, atolondrada, tullida, llena de sarro de las lágrimas cuando se secan. El asunto aquí es que faltan motivos, creo que el Grinch se ha quedado fresón en sus emociones al lado mío y es que son ellas, las emociones (esas que unas pinches viejas de manera inclemente y con sadismo apretujan, arrancan, incineran y desbaratan) las verdaderas culpables de lubricar esa glándula y de mantenerla al cien para escribir en retruécanos y elipsis metonímicas y sinecdóticas. Me siento forzado a tener que escribir y exprimo el lápiz y la pluma, exprimo el teclado y mis dedos para ver si logro sacar alguna palabrilla que sea capaz de unirse a otra, aunque sea cumpliendo con el tradicional y convencional sujeto + verbo + complemento que mi Miss de cuyo nombre no logro acordarme (… aunque como yo iba en escuela de gobierno, ella no recibía el grado de miss, era simplemente, maestra) me presentó hace más de cuatro décadas. Ayúdenme, Calíope mi soñada guía; Erato mi impía maestra, invádanme y poséanme… mis ventanas, puertas, poros, oídos, papilas… todos mis sensores están ávidos de recibirles, San Jerónimo, intercede por mi.

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