El ser consciente.


La conciencia es un acto de inteligencia, es un acto de sensibilidad y de percepción que va más allá de lo físico. La consciencia tiene que ver con la manera de percibir el mundo y la interacción que tenemos en él, de tal manera que nuestra consciencia o el nivel de consciencia, depende de nuestras relaciones contextuales, de nuestros referentes ontológicos y de nuestras perspectivas. Por supuesto que entre mayor sea el nivel de información que se posea del mundo, mayor será el nivel de consciencia, sin considerar como protagonista el nivel de instrucción formal, ya que la educación académica no provee a la conciencia de materia suficiente para crearla, sino para saber utilizarla. ¿A qué me refiero? Es simple darnos cuenta de que somos seres sociales y que dependemos de nuestros aprendizajes para poder convivir en grupos, por ello es que buscamos el arraigo en diversos ámbitos de relaciones interpersonales, y que vayan de acuerdo a lo que hemos absorbido de nuestro entorno; primero sin nociones o razones que argumenten de manera consciente los motivos de dichas decisiones, posteriormente a este proceso, se encuentra un filtro intelectual motivado principalmente por los efectos de las experiencias, de ahí que la elección “consciente” está matizada por una larga historia de experiencias familiares e interpersonales en general.

Suele utilizarse al entorno físico como un símbolo de integración social lleno de signos representativos de su cultura, así que los satisfactores psicológicos dependen de los satisfactores físicos encontrados y cómo se han relacionado con el individuo. La consciencia, como tal estará pigmentada del entorno cultural, del entorno físico y de los satisfactores inmediatos. El SER consciente significa conocer plenamente ese entorno y los efectos producidos en el individuo mismo, así como los efectos provocado por el individuo en el entorno; o sea que la consciencia implica el poderse dar cuenta de cómo somos, por qué somos y qué hacemos en nuestro entorno. La consciencia no cuestiona a la inteligencia, sino que la integra como un vehículo trascendental de incorporación funcional a la realidad y cultura. La educación académica sí cuestiona a la consciencia, pues supone que ésta depende del nivel de instrucción, sin embargo, sabemos que en la escuela no se enseña a vivir, por lo tanto, en la escuela no se adquiere consciencia, si no es a través de las experiencias de vida.

Ser consciente de sí mismo es más complicado que ser consciente del entorno, porque el entorno no ha dependido de mí, de tal manera que puedo adaptarme más fácilmente a lo que no es producto de mis actos porque no requiere de un esfuerzo intelectual de encodificación (creación propia), si no solo de decodificación (aprendida).

La consciencia crea y la consciencia destruye. La consciencia y la inconsciencia son dualidad. Son génesis y apocalipsis del hombre mismo y de la emancipación espiritual anhelada; así, puedo afirmar que la consciencia es gozo y la inconsciencia es simple reflejo.

Basado en:
 Frederich Nietzche. Mala conciencia y [auto] destructividad humana.
Sigmund Freud. Psicopatología de la vida cotidiana. -las razones de los olvidos mentales, la causa de las equivocaciones en la conversación o en la escritura, los actos fallidos, las supersticiones-.

Lloro

 Lloro por la lluvia que al mojarlo todo, moja también mis emociones. Lloro por la ausencia de ti, por la ausencia de lo que antes fue, lloro por la añoranza del pasado, lloro por la ausencia de ti, por la falta de admiración lloro, lloro por la intolerancia, por los juicios lloro; lloro por llorar. Lloro por miedos y por valentías lloro. Lloro por justicia, lloro por la injusticia, lloro por amor y por desamor es que lloro. Lloro, simplemente lloro, lo lloro todo. Lloro tu fotografía y lloro tu voz, lloro tu recuerdo y tus obsequios lloro. Lloro por ti, por tu beso, lloro por tu boca ausente y por tu voz presente. Lloro por cobarde y por valentía es que lloro. Lloro y no sé más que llorar, lloro y derramo lástimas y ánimos, lloro y mi llanto llora en sí mismo. Llora mi boca tu beso vacío de palabras, llora mi lengua tu piel de ausencias. Lloro yo y llora cada parte de mi, lloro y lloraré siempre, porque siempre es que existirás y lloro por eso. Lloro con fe y con alegría lloro; lloro con dolor y con placer es que lloro. Lloro lluvias y lloro llantos, lloro luces y sombras lloro, lloro tiempos y presencias, lloro ausencias y vacíos lloro, pero lloro, lloro siempre, lloro triste, lloro solo. Y me alegro de llorar, lloro de alegría de tener llanto y de mi ausencia lloro. Lloro lluvia y mis emociones mojan con llanto. Lloro, pero lloro bien.