Inicio de 2010


Navidad es nacimiento. Como dicen, el nacimiento de Dios, de la esperanza, de la paz; navidad es nacimiento de ánimos y pensamientos, de luz y de esperanzas. No dudamos en que existen fuerzas externas a cada uno de nosotros y que determinan nuestro ser, nuestro futuro y nuestro presente, fuerzas en las que actuamos y en las que participamos activamente para ayudarlas a dirigirse eficazmente a nuestro bienestar.


Navidad es nacimiento, renovación y conciencia. Sin conciencia no puede haber esa natividad ni ese futuro seguro, ni ese estado lleno de ánimos ni de optimismo.

Encontré un argumento que me pareció maravilloso, versa acerca de lo que deseamos versus lo que necesitamos. A veces nuestros esfuerzos se enfocan en buscar eso que deseamos y lo hacemos con tal fervor y vehemencia que nos extraviamos en obtener dichos deseos. Pero, ¿y lo que necesitamos? ¿En dónde ponemos esa dimensión? Parece ser que olvidamos frecuentemente buscar los satisfactores de las necesidades reales que olvidamos lo esencial. Podemos tener lo que deseamos pero es más difícil obtener lo que necesitamos. Comer, dormir o cualquiera de las funciones fisiológicas elementales suelen estar aseguradas. Sin embargo las crisis, los momentos de angustia, de dolor, las emergencias, los temores, la soledad, nos permiten darnos cuenta que necesitamos compañía, apoyo, apapachos, que necesitamos compartir y compartirnos… solemos abandonarnos a nuestra suerte y buscamos a esas fuerzas externas, fuerzas cuyas leyes trabajan desde dentro de nosotros mismos, desde la unión, desde el apoyo, desde nuestra visión humana.

A todos ustedes, que son el vínculo sagrado de esa fuerza externa, que son la representación de Dios, les agradezco su presencia en mi corazón puesto que son parte de él. Sigamos juntos y no inventemos rencores ni envidias, sigamos siendo leales, nobles y generosos, que todos, sin duda alguna, hemos experimentado el golpe de los problemas y hemos encontrado en quienes amamos y nos aman, el abraso amoroso de la confianza y del apoyo mutuo.

A todos ustedes, mis alumnos: mi cariño, mi respeto y mi agradecimiento por permitirme estar en su corazón.

El gusto de odiar el odio

Lo que siento es como la muerte. Si es que la muerte es caliente como brasas, si es que la muerte es húmeda como el llanto, si es que la muerte es lacerante como el odio, si es que la muerte es intermitente. Lo que siento es llanto, es ardor en el pecho, en las venas, en la mente. lo que siento es gris, es frío, como la ausencia, como un calabozo, como catacumbas de amores: desolados, tristes, angustiados, extraviados.

Lo que siento es tan decepcionante que prefiero pensar en ello para que sea algo trascendente. Prefiero rasgarme la piel y decubrir la sangre que me llena y vaciarla y viajar en ella. Prefiero seguir llorando y no quiero el llanto, prefiero seguir sufriendo y no quiero sufrir, prefiero seguir recordando y quiero olvidar.

Mi conciencia, mi razón, el mundo entero dice que la realidad no se puede planear, que simplemente pasa porque sí; que la realidad es por si misma realidad y se aleja de los sueños y del alma y cuando se acerca a esos sueños y a esa alma, suele ser para acariciar con dulzura o con saña.

La odio, soy consciente de ello. Me lamento por odiar, porque el mismo cuerpo y la misma mente que odia es la que ama a mis hijos, es el mismo que los besa y que juega y que aprende y que les enseña.

La odio, e invoco a Blacamán a que la castigue. la odio y me gusta odirla y aborresco odiarla y lamento odiarla y me alegro de odiarla y lloro odiarla. Pero así es como decidió vivir en mi. así es como formó su imagen y su palabra maldita.

Decidiste morir

Decidiste no existir y lograste desaparecer del mundo cuerdo, de ese mundo del valor, del amor, del recuerdo y del respeto. Te volviste transparente, te anulaste a la decencia. Nos dejaste flotando y llorando, experimentando, sangrando fuego, respirando lágrimas. Nos dejaste tan libres que ahora somos esclavos de la incertidumbre. Amamos, recordamos, fenecemos por tu gracia, padecemos por tu virtud. Estamos locos, embriagados de sorpresa, asombrados al cínico motor de tu mundo, regresamos a las antiguas humedades, al cauce que lava el alma por los ojos. Decidiste no existir y ahora somos nonatos o mejor aún, somos creados por mano de dios, somos su obra y su gracias, porque tú nos negaste, negaste tu labor creadora despreciándonos, desapareciste entre nubes de odio, entres mares de desprecios; renunciaste a la vida de tu propia creación. Te enojas, gritas, suplicas, te burlas, ofendes, mientes, matas. Gracias por dejar nobleza en el aire, porque se escapó de ti cuando decidiste morir.