Vivir sin vesícula para no morir de amor

Una vesícula es como un amor pasado: no sirve para nada mas que para causar dolor. 
Perder una vesícula vale más por perder unos gramos y los dolores que puede provocar, dejando una cicatriz que no es importante puesto que solo queda como recuerdo pero al mismo tiempo asegura que jamás volverá a doler. Yo creo que tengo como 10 vesículas infectadas y purulentas que es necesario expulsar ya sea con rayo láser, con cirugía o con meditación.
Quizá las vesículas son entes inteligentes que se depositan en nuestros organismos para jodernos la vida y para darles trabajo a los médicos, han de ser un invento de la mafia médica para que se ocupe a los doctores constantemente. También es probable que las vesículas hayan sido creadas por los demonios del imperio yanki dado que tienen en su naturaleza la cualidad de mutar velozmente y mimetizarse en páncreas o en otra clase de tripa o de mutar incluso en artefacto y convertirse en clavo. Si un clavo saca a otro clavo, entonces una vesícula saca a otra vesícula aunque solo sea un disfraz o una ilusión.
Entonces la vesícula al ser un símbolo de amores dolorosos y pasados deben ser ignoradas y excluidas de toda atención tal y como si no estuvieran ahí, sin embargo es inminente convivir con ella o de plano extirparla para que jamás, nunca, vuelva a provocar ni molestias ni dolores y dejar un espacio temporal para esos amores que ni duelen ni se vuelven huéspedes permanentes.


Babel

Eran unas ganas enormes de escribir, tan grandes que las palabras se amontonaban, las letras se apretujaban y se volvía una Babel de tinta y papel.

Hacía más de cuatro décadas que había empezado a ocupar espacio en este mundo y hoy, luego de dos años exactos después de esas interminables horas de vida, de sueños, de risas, de lágrimas, de emociones desbordadas, se encontraba en un llano cálido, abrazador, rodeado de pasto seco y crecido, de nubes blancas pequeñas y de olvidos tan agudos que lastimaban la frente y el pecho.

Hacía tiempo que había cumplido sus sueños, hacía tiempo que había logrado crecer hasta devorar el mundo. A grandes bocanadas de palabras, de letras no escritas pero imaginadas, de ojos absortos y de miradas esquivas, bocanadas de cielo que envuelve al mundo.

Pero hacía tiempo también que había quedado sordo de sí mismo y sus ojos habían rodado por la arena suelta cubriéndose de pequeñas rocas que distorsionaban su mirada. Solo veía y escuchaba al viento pasear frente a él, por detrás, por arriba y por debajo, en sensaciones de estar flotando y soñando con la dignidad humana, con la congruencia y la razón. Si. Era ciego, era sordo, era pobre de maldad y vasto de anhelos. Veía sensaciones y experimentaba placeres del mundo como si fuera el nirvana. Lamentable postura de comodidad; lamentable por terrible, por tremenda y por siniestra. Lamentable por fútil y vana. Sin embargo, nunca hubo más verdad y certidumbre en él, nunca más ecuanimidad y laconismo. Esas percepciones paradójicas movían los vientos que le sacudían constantemente llevándole a golpearse con sus sinapsis de ficción.

Era feliz, tenía en sus manos la felicidad, la reconstruía constantemente, la abrazaba y la pulía, la destruía para regenerarla en afán de eternidad, su felicidad era perenne y su mirada ciega, su oído sordo y su mente llagada.

Ocurrió la implosión que nunca imaginó. Reventó hacia sí mismo en una alegoría de magia interna y de sueños cumplidos que le obligó a cerrar canales y a bloquear puertas, a camuflar sus llagas, a llorar en seco, a reír mostrar su consistencia de medusa, transparente y tersa, planeando  la implosión siguiente en tanto sus ausentes lágrimas reían tras las máscaras desechadas.

Babel ganaba una vez más ayudando a la dispersión de nociones, de emociones y poblando de demonios y ángeles el reino.

Volar

Volar en tu piel y en tu sangre. Volar en tus ojos y en tus esperanzas. Volar en tu tiempo sin existir tiempo. Volar sin ti, volar por ti, volar contigo. Pero volar volar con alas de angel y alas de demonio, volar como nube y como las sombras vuelan. Volar. Volar la imaginación y volar el sueño, volar la sensación y la emoción. Volar todo, volar y mirar lo que veo: Un mundo sin mi, un mundo de piedras y de agua, de mortales y de certezas, de mentiras y noblezas pero mirarlo desde arriba, donde habita Dios y habitan los ángeles. Volar con risas y con lágrimas, volar con llantos y con sangre, volar con felicidad y con tristeza, volar con anhelos y decepciones.