Perla nocturna

Perlita tiene que salir a pasear todos los días a las once de la noche, porque si sale antes se asusta con los perros grandes, aunque también con los chiquitos y con los automóviles y con los pajaritos y con las hojas que vuelan con una ráfaga de viento. Por eso es mejor esperar a que la calle esté sola y nadie le moleste, así puede caminar tranquila con su saltito vacilador de la pata de atrás luego de que la atropellaran por correr emocionada y no fijarse, como dice papá, volteando para ambos lados antes de cruzar la calle. 

En el paseo se ve nerviosa y desconfiada, pero al llegar a casa es pura ternura (también un fastidio por las mañanas cuando grita junto al que compra colchones, licuadoras y fierro viejo que veeeendaaan), así, con sus patas cortitas y apariencia de cachorro nos hace caricias y se gana apapachos de todos, luego de su aventura nocturna.

86 increíbles años

A webo. Madre, cumpliste 86 años con SALUD, rodeada de mucho amor, con la adoración de muchísima gente y de perritos, de colibríes y de hámsters. Y cumpliste estos 86 años siendo el ejemplo más grande de fuerza, de pasión por vivir, de amor de ida y vuelta y de optimismo.
Cómo no hemos de amarte, si no hay otra sensación con la que se te pueda relacionar: Tu comida de toque delicioso que congrega y hace feliz a la gente; tu cabello cada día más blanco y suavecito; tus canciones infantiles de letras cambiadas, tus dedos que señalan más allá de lo que se ve porque es lo que tú tienes para nosotros; por eso, cómo no hemos de amarte.
Ahora que tienes una enorme colección nietos, bisnietos y ( otros a punto de llegar) y muchos amigos y una familia que te admira y muchos amigos que adoptaste como parte de tu familia, es obvio mirar que tu entorno te ama, que él mundo te adora, te respeta, te sigue, te aprende y absorbe el amor que te sobra y que entregas a través de mil canciones y de miradas y de manos de dedos chuecos, pero expertos en acariciar.
Sigue bailando, sigue cantando, sigue sonriendo, sigue acariciando el alma de todos, sigue viviendo optimista y sigue derramando amor.
Qué felicidad que hoy celebremos tu vida porque así celebramos nuestra vida.

Memoria y realidad

Tengo a una niña hermosa en mi memoria a quien soñaba desde niño, pues siempre me ilusionaron sus ojos y el brillo amarillo de su rubia cabellera. Apenas recuerdo... O no estoy seguro, haber tenido un par de pláticas breves e inocentes. Pero me aterraba mirarla y hablarle. Así fueron pasando los días y los meses, hasta acumular años en los que mi recuerdo de ella era besando a otro, y sólo una vez mi boca tocó la de ella en un juego de niños besadores en el que yo no participé, excepto para besarla a ella. Creo que nunca tuve celos porque entendía que era yo quien había cometido el error de no hablar, ni acercarme, ni actuar. Fue el beso más bonito, ella con los ojos tapados, los compañeros de la secundaria mirando morbosos el show exhibicionista y sus labios llenos de saliva de otros varios que se habían formado antes de mi. 
Pasaron muchas lunas y muchos veranos de inundaciones, que era algo que caracterizaba a esa memoria o a ese sueño. De todas formas, pasaron años, y ocasionalmente la soñaba o la veía en la calle; ella nerviosa caminando apresurada de la mano de una o dos pequeñas (creo que mi visión periférica eso captaba, pues mi atención era hacia su sonrisa y su mirada nerviosa y verde, siempre verde) mientras yo experimentaba taquicardia y quizá hasta alguna erección, o era que me volvía de piedra y de sal.
El sueño no se esfumó, pero debo confesar que tampoco era una idea obsesiva. Sin embargo me identificaba con un personaje tristón, solitario y enamorado, creo que me sentía Florentino Ariza que vivía su propio sueño.
Crecí, crecimos y nos encontramos. Yo ya había resucitado por primera vez y no sabía que moriría una segunda. Le hablé, le hablé mucho con letras y con emociones vastas; cada palabra era una molécula de valor que fue creciendo durante casi un año, alimentado por los treinta del pasado. Y por fin, se consumó el sueño que al mismo tiempo fue mi otra muerte y mi gran  aprendizaje. Sin embargo, los sueños no tienen caducidad ni envejecen. En los sueños no hay promesas ni deslealtades, solo hay eso, sueños; esas partículas de la vida que te mantienen vivo y despierto y esperanzado y atento y demente. Sueño, ya no existo en esperanza pues entiendo que mis ganas, mis recuerdos y mis sueños no mueven las cosas.
Eso ya no es decisión mía, mis sueños ahí están y no esperan, pero están dispuestos a recibir.