Cuando los símbolos y los corazones lloran

El incendio en la Catedral de Notre Dame.


Ver desvanecerse entre llamas a un vestigio de la cultura, a un vestigio del poder creador y emancipador del espíritu humano, es ver mutilarse una parte del corazón de la humanidad. Sensaciones y emociones provocadas de manera tan triste y humillante como las destrucciones de los talibanes o las acciones genocidas de las culturas nativas.

Causa tristeza y consternación, además de un profundo cuestionamiento existencial acerca de la debilidad de la memoria y de los símbolos los cuales tienen que aferrarse a la materialidad para que a través del activador estético logren la trascendencia en el tiempo y a la vez, en las almas.

El poder de la iconicidad y los simbolismos, el poder inmenso de la materialidad y el poder avasallador del tiempo y de la naturaleza, que obligan al hombre a competir contra las condiciones de la naturaleza en un afán de preservar el amor que despiertan las experiencias estéticas, son los puntos que miran un vértice en el suceso del incendio en Notre Dame, en París.

Somos débiles y requerimos aferrarnos como salvavidas a los símbolos, somos débiles y requerimos la seguridad de nuestros símbolos, somos débiles y necesitamos soñar a través del arte, de la historia y de la unión de los espacios sagrados, con nuestras almas.

El respeto al arte, el respeto a las manifestaciones humanas y el miedo a los elementos de la naturaleza, nos hacen mirar la susceptibilidad y fragilidad del human, del homo sapiens, del hombre, de esta creatura que pretende conquistarlo todo, pero que al mismo tiempo se provoca laceraciones. Unas veces por decisión propia, otras porque quizá así tenía que ser y despertar esa reflexión.