Cuando los símbolos y los corazones lloran

El incendio en la Catedral de Notre Dame.


Ver desvanecerse entre llamas a un vestigio de la cultura, a un vestigio del poder creador y emancipador del espíritu humano, es ver mutilarse una parte del corazón de la humanidad. Sensaciones y emociones provocadas de manera tan triste y humillante como las destrucciones de los talibanes o las acciones genocidas de las culturas nativas.

Causa tristeza y consternación, además de un profundo cuestionamiento existencial acerca de la debilidad de la memoria y de los símbolos los cuales tienen que aferrarse a la materialidad para que a través del activador estético logren la trascendencia en el tiempo y a la vez, en las almas.

El poder de la iconicidad y los simbolismos, el poder inmenso de la materialidad y el poder avasallador del tiempo y de la naturaleza, que obligan al hombre a competir contra las condiciones de la naturaleza en un afán de preservar el amor que despiertan las experiencias estéticas, son los puntos que miran un vértice en el suceso del incendio en Notre Dame, en París.

Somos débiles y requerimos aferrarnos como salvavidas a los símbolos, somos débiles y requerimos la seguridad de nuestros símbolos, somos débiles y necesitamos soñar a través del arte, de la historia y de la unión de los espacios sagrados, con nuestras almas.

El respeto al arte, el respeto a las manifestaciones humanas y el miedo a los elementos de la naturaleza, nos hacen mirar la susceptibilidad y fragilidad del human, del homo sapiens, del hombre, de esta creatura que pretende conquistarlo todo, pero que al mismo tiempo se provoca laceraciones. Unas veces por decisión propia, otras porque quizá así tenía que ser y despertar esa reflexión.



La Comunicación corporativa en la posmodernidad


La comunicación es una relación entre dos sujetos que se entienden mediante una serie de signos que están codificados desde los convencionalismos que aprendemos culturalmente o que sistematizamos e incluimos en nuestro bagaje lingüístico. De la misma manera como existe una comunicación humana, existe la llamada Comunicación empresarial, donde las empresas se convierten en el organismo que inicia el proceso hacia el público; este proceso de transmisión y respuesta en un contexto colectivo, es lo que la misma industria de los negocios y los mercados conocemos como comunicación corporativa, gestión de marca o imagen corporativa.
Hablar de comunicación en las empresas, es hablar de las relaciones que se dan entre los usuarios de las marcas y las empresas; también entre los que no son usuarios y las empresas, y en las relaciones que surgen entre los usuarios y no usuarios de las marcas. Las empresas (micro, pequeñas, medianas o grandes) requieren de un contacto constante con el mercado, desde local, hasta el regional y -por supuesto- global, quienes habilitarán el valor de esas empresas en función de lo que comuniquen. El valor de la marca está decidido enteramente por su poder comunicativo con los mercados correspondientes, ya que de ellos depende la movilidad mercantil en ambientes estables o inestables, de desarrollo o estaticidad.
Los procesos de comunicación de marcas, implican el uso de los valores corporativos y de toda la caterva de leviatanes que devoran nuestra atención (mirada y pensamiento), y nuestros bolsillos. Ahí se encuentran los tradicionales medios masivos de comunicación (que cada día van perdiendo masividad y poder) y los medios digitales, junto con toda su parafernalia geek y metalingüística, además de sus prácticas BTL que cada día implican y modifican los nuevos poderes y nuevos procesos.
La Comunicación empresarial y las relaciones públicas, la publicidad, la promoción, la propaganda, y otros muchos términos llanos y tradicionales, de disciplinas y prácticas no tan disciplinadas pero que suelen evolucionar constantemente en la teoría, reconstruyendo al mundo global, hacen a las carreras y disciplinas de la comunicación  pública, un intrincado mundo alterno transversal pero al mismo tiempo paralelo que tiene su propia lógica y sus propios teóricos que sucumben en  el conato de teorizar y sistematizar las prácticas que repentinamente surgen como éxitos inexplicables y a sus propios usuarios.
La realidad es que la práctica comunicativa no abandona ni abandonará el esquema tradicional que desde hace miles de años Aristóteles manifestó. Lo que es importante en el proceso de comunicación empresarial, es la ética de la práctica, para que desde la honestidad y la congruencia, puedan funcionar los programas corporativos que permitan aumentar el valor de todos los actores involucrados. El usuario, sobre todo, debe no solamente experimentar una sensación psicológica, si no, un bienestar que sea físico y palpable que mejores las condiciones de su vida y de su entorno. No es este un manifiesto comunista pero surge desde la preocupación fehaciente del bien común.