Capullo

 

Supe que mi vida se iba a transformar, va a cambiar. Lo sé porque me siento ansioso (pero con un ansia distinta a la incómoda, de esas de la incertidumbre) de lo que va a ocurrir. Va a cambiar mi vida porque se comienza a gestar una nueva etapa. Y aunque parezca discurso de la señorita que lee el tarot a cambio de un like y que la siga uno en internet, el cambio sí lo veo, lo anhelo, me he convencido y lo siento. No puedo hablar de una seguridad tajante y radical, pero sí puedo hablar de mi voluntad y mi deseo de darle un choque eléctrico a mi corazón para que vuelva a latir y vuelva a generar palabras y besos y sensaciones... Sin farzas ni mancedumbres y reflejarme en miradas tiernas, suaves y honestas de cariño.
Cambios, ajustes, reestructuras, motivos... Es la necesidad que mi capullo alberga para ser, para seguir siendo, para continuar el crecimiento que me haga devorar el mundo de nuevo, ese mundo onírico, que se escondió bajo las almohadas y bajo el colchón. Quiero ser distinto porque el sueño es distinto.
Viene flotando como pluma a anidarse en mi sangre, la que está brotando incesante por las heridas del pecho y de la boca y del beso. Viene a posarse y a mezclarse y ofrecerme su fuerza de volar y de sonreír.