Todo tiene su propia sensualidad, todo erotiza. El mundo está erotizado y, por tanto, lo que en él habita está tocado por esa magia lúdica y sensual. Nuestro cuerpo es también una zona erógena completa que nos permite percibir lo que no tiene materia. Una copa de vino, las formas y transparencias de las alas de una mariposa, la comisura del pecho que apenas asoma por el escote, el vuelo lento de los cabellos que son acomodados por las manos femeninas o el sutil aroma del azahar al caer la tarde en el jardín. Son ínfimos granos de arena en este mar de sensaciones y de sueños donde todo, incluso el golpeteo de las teclas de esta computadora, se convierte en un motivo sensual y mundano que suma felicidad (o erotismo)”.
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