Hola, ¿sabes? Tengo ganas de contarte una historia chiquita, una historia tan chiquita como tu boquita. Esta historia chiquita habla acerca de la luz y de las nubes. ¡Recuerdas que te dije que eras nube? Pues es porque te pareces a la nube de esta historia chiquita, porque además, era una nube chiquita.
La historia comienza así:
-“…las nubes no son chiquitas, ¡cómo se te ocurre!, ¿cuándo has visto una nube chiquita? Las nubes que miras en el cielo, las más pequeñas, tienen varios metros de largo, así que las nubes chiquitas no existen. ¡Imagínate! ¿Qué tal si pasa un pájaro volando aunque sea despacito? La desbarata, ¿no? Por eso no pueden existir las nubes chiquitas.
-Pues dirás cosas muy interesantes, pero yo sé que sí hay nubes chiquitas. Es más, ¡yo tengo una nube chiquita en mi corazón!
-¿Pero cómo? ¿Estás enfermo? ¿Qué te pasa? ¡Dime, por favor!
-¡Jajaja! no, para nada, al contrario, si existiera alguna enfermedad relacionada con eso, tendría que llamarse cariño, amor… o simplemente “nubitis”, que es como tener una nube acariciando el corazón.
-¡Idiota!
-No, se siente bien, de verdad, mira: Imagínate una nube. ¿Ya? Ahora imagina cómo se sentiría. Siente su textura, siente su aroma… ahora, imagínala dentro de tu pecho, debajo de tu piel. Acaricia, ¿No?.
-¡Cálmate wey!, ya no te metas esas madres.
-Y las nubes pues están en el cielo, son agua, son vida, son promesa, son esperanza. Aunque haya nubes muy grandes y muy bajas, pues tenemos la esperanza de que salga el sol, así valoramos lo que existe en la luz, la importancia del calorcito y los roces del airecito que pasa por nuestras cabezas. Las nubes son majestuosas y brillan con la luz dando sombras ricas y hasta forman figuritas en el cielo.
-Qué chido, ojalá yo encontrara una nube.
-Sí, ojalá hubiera millones de “nubes como ella” que alegraran el mundo, que arreglaran el mundo, que iluminaran y llenaran con sonrisitas a todo lo que existe. El universo sería de colorcitos en lugar de negro. Pero únicamente existe una y es maravillosa, y no tengo duda de que me quiere mucho
-¡Cabrón, qué afortunado!
-No, no es suerte. Es amor.
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